López Obrador quiere avanzar "hacia una cooperación con Centroamérica, y apoyar esfuerzos laborales locales, mientras que Trump plantea la contención y deportación de los migrantes desde México", advirtió el especialista.
Para el también fundador y miembro asociado del Consejo Mexicano de Asuntos Internacionales, es importante que la política exterior mexicana "defina su interés nacional, no solo del presidente o su gobierno sino del Estado mexicano".
Esa definición de política exterior de Estado no se ha hecho en años recientes, y "se espera un deslinde" en materia diplomática con respecto a las estrategias del expresidente Felipe Calderón (2012-2018) y el mandatario saliente Enrique Peña Nieto, precisó Heredia.
En los primeros intercambios de cartas entre López Obrador y el presidente estadounidense Donald Trump, las relaciones centradas en temas de comercio, migración y seguridad, "han sido relativamente cordiales, pero esa ventana se va a cerrar muy rápido a partir del 1 de diciembre", fecha de la toma de posesión, anticipó el especialista del CIDE.
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Acercar esos dos enfoques será "extraordinariamente complicado, no solo por la complejidad habitual de la relación bilateral, sino por la política errática de Trump", estimó Heredia, autor de ensayos y libros sobre política exterior.
El lenguaje entre ambos mandatarios es desigual, continuó.
"Cuando López Obrador habla de desarrollo y bienestar Trump habla de contratos de infraestructura y beneficios para grandes corporaciones EEUU", comparó el investigador.
El espinoso tema migratorio
Según Heredia, en materia migratoria EEUU "genera la impresión de una crisis migratoria, pero es una crisis mediática, propagandística, para mostrar una grave crisis y que México no coopera suficientemente y presionará" al próximo Gobierno.
Si México se embarca en una estrategia hacia Centroamérica junto con EEUU "habrá innumerables problemas, porque generará dependencia de los fondos estadounidenses".
Mientras tanto, aún no está claro qué política exterior aplicará el canciller designado, Marcelo Ebrard, "con definiciones mexicanas propias hacia Centroamérica", indicó el especialista.
Ebrard, quien fue jefe de Gobierno de la capital, es egresado del Colegio de México en Relaciones Internacionales, y conoce muy de cerca esos temas tras pasar una temporada larga en EEUU durante la campaña electoral presidencial de 2016.
"Marcelo es un hombre inteligente, con pensamiento estratégico; será muy importante su interlocución con la opinión pública de EEUU y las comunidades latinas y mexicanas", pronosticó el académico.
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En todo caso, el analista consideró que continuar con la llamada Iniciativa Mérida, la versión mexicana del Plan Colombia antidrogas, sería un error, ya que a cambio de recursos tan reducidos se abriría una intromisión de EEUU en la estrategia mexicana hacia Centroamérica.
Esa cooperación antidrogas inspirada en la experiencia del país sudamericano ofrece una ayuda unos 500 millones dólares anuales, poco significativa considerando el tamaño de México, y es menor a la ayuda a Colombia, país de menor extensión y sin fronteras con EEUU.
Los mensajes enviados en materia diplomática por el próximo mandatario incluyen una reunión con el presidente de Guatemala, Jimmy Morales, que tuvo lugar el 29 de agosto pasado en la zona de la frontera de ambos países.
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En aquella ocasión López Obrador dijo que buscará "lograr la unidad de los países de América del Norte y Centroamérica para enfrentar el fenómeno migratorio, con el desarrollo de los pueblos y no optar, como se ha venido haciendo, solo por el uso de la fuerza".

Pero el jefe de la Casa Blanca se encuentra concentrado en su campaña electoral para que el gobernante Partido Republicano no pierda el control del Congreso, y en ese marco podría despotricar en cualquier momento, con su conocido estilo.
López Obrador trató de poner paños fríos a esos asuntos el fin de semana pasado, en el marco de una gira por la frontera norte del país.
"Yo espero que se mantenga una buena relación con el Gobierno de EEUU, y convencerlos de que el problema migratorio no se resuelve construyendo muros ni con el uso de la fuerza; pero es una labor diplomática de respeto, no vamos a pelearnos con el Gobierno Estados Unidos, ni nos vamos a pelear con el presidente Donald Trump", dijo el líder de la izquierda mexicana.
Sin embargo, las urgencias electorales del gobernante Partido Republicano de cara a los comicios legislativos de noviembre de 2018 pueden descarrillar el buen tono de la relación.
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Los republicanos corren riesgo de perder en Arizona y Texas, estados fronterizos con México, donde la política exterior incide.
En el Senado estadounidense la diferencia entre las dos principales fuerzas políticas es muy marginal: 51 republicanos contra 49 del partido Demócrata y cualquier error puede romper ese precario balance.