El modelo económico actual de Turquía se ha agotado, afirma Marsel Sálijov, del Instituto de Economía y Finanzas de Rusia, en su artículo para el periódico ruso RBC.
El Partido de la Justicia y el Desarrollo comenzó a revisar los acuerdos con el FMI, implementar políticas sociales y fomentar la industria. La reorientación del gasto público en importantes ámbitos sociales desde el punto de vista electoral, junto con una política presupuestaria equilibrada, permitió garantizar la estabilidad política y altas tasas de crecimiento económico.
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En los últimos 15 años, la tasa de crecimiento promedio del PIB de Turquía fue del 5,6% anual. Desde 2002, el PIB de Turquía ha crecido un 130%.
"La base del milagro económico turco fue el auge de la inversión, que se basó en una gran afluencia de capital extranjero y el crecimiento de los préstamos externos", afirma el experto ruso.
Según su punto de vista, el nuevo modelo económico de Erdogan no ha logrado cambiar esta característica clave de la economía turca. La deuda externa del país creció rápidamente, principalmente debido al sector empresarial: de 104.000 millones de dólares en el año 2000 a más de 450.000 de dólares en 2017.
De acuerdo con el analista, los problemas actuales de Turquía se relacionan en parte con los éxitos del pasado, que no permiten a las autoridades turcas evaluar con seriedad la situación y tomar decisiones adecuadas.
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La economía turca comenzó a desacelerarse gradualmente entre 2015 y 2016. En 2016, debido a la aceleración de la economía mundial y el flujo de capital en los mercados emergentes los inversores se interesaron en Turquía en parte por sus tasas de interés cero.
"Tras sacar conclusiones erróneas de lo que estaba sucediendo, las autoridades turcas en 2017 trataron de acelerar la economía aumentando drásticamente los gastos del presupuesto y mediante la distribución masiva de las garantías estatales al sector empresarial", continúa Sálijov.
Como resultado, el PIB creció un 7,4%. Sin embargo, la inflación siguió aumentando, hasta pasar el 10%. El Banco Central, por su parte, no trató de compensar el aumento del gasto público con medidas de política monetaria: la tasa de interés hasta junio de 2018 se mantuvo sin cambios, por debajo de la inflación.
"Esto significa que el país necesita atraer esa cantidad de capital nuevo, así como también refinanciar constantemente la deuda externa existente", explica el economista ruso.
Según Sálijov, las razones del colapso actual se deben al hecho de que la economía turca no puede resistir una combinación simultánea de tres factores negativos:
- Los desequilibrios externos crónicos y la necesidad constante de atraer financiamiento externo;
- La creciente desconfianza de los inversores hacia la política económica;
- La intensificación de conflictos con países occidentales, principalmente con Estados Unidos.
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