Después de la batalla de Stalingrado, donde el Ejército nazi sufrió su primera gran derrota, Hitler ordenó reunir en el frente oriental sus tropas más preparadas y potentes, el grueso de sus fuerzas acorazadas, sus más modernas armas y sus generales más prestigiosos. Todo con el fin de frenar el avance soviético y recuperar la iniciativa perdida tras la inesperada derrota en Stalingrado.
Los alemanes utilizaron casi todas sus reservas en cuanto a carros de combate se refiere. Más de 6.300 tanques y unos 4.400 aviones de ambas partes fueron concentrados en una estrecha franja alrededor de la ciudad de Kursk. Pese a eso, la decisiva victoria soviética marcó el inicio de su avance, que no mermaría hasta la caída de Berlín en mayo de 1945.
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