En contraste con otros países, en Rusia nunca ha sido considerado un insulto llamar a una persona de piel oscura 'negro'. Es más, durante muchos siglos se utilizaba una palabra especial: 'arap' (una variante de la palabra 'árabe'), que según un viejo diccionario servía para denominar a "una persona de piel negra por naturaleza, por tribu, un hombre de piel negra de países cálidos, especialmente de África".
Cuanto más se estrechaban los lazos entre Europa y Rusia, más araps llegaban a la corte y hogares de los nobles rusos. Algunos arribaron a Rusia como regalo de los gobernantes de Oriente, mientras que otros llegaron desde Europa de la mano de diplomáticos rusos.
Durante el primer cuarto del siglo XVIII, los araps tuvieron su propio cargo oficial en la administración general del Estado ruso. Así, en el reinado de Catalina II había diez araps en la Corte Imperial. A principios del siglo XIX, su número aumentó a 20.
Los araps pertenecían a la clase de los cortesanos 'ambulantes', es decir, siempre seguían a la corte durante sus desplazamientos por la vasta Rusia. En los palacios se encargaban de vigilar los pasillos interiores y podían acompañar a los invitados hasta el despacho del mismísimo emperador.

Al mismo tiempo, los araps rusos no eran sirvientes humildes. Además de gozar de un cargo oficial, tenían un salario muy decente, aunque lo que más dinero requería era la confección de sus lujosos trajes, que corría a cuenta de la Tesorería rusa.

Por ejemplo, Ibrahim Hannibal, hijo de un príncipe africano vasallo del sultán turco, abandonó el islam para servir a Pedro el Grande y prosperó: se convirtió en el ingeniero militar jefe del Ejército ruso con el rango militar de general en jefe.


