Sus conclusiones han sido publicadas en Nature Communications y establecen un vínculo entre una mutación genética determinada y la falta de habilidades sociales de los que padecen los TEA.
Los científicos apuntan a que todo se debe a un mal funcionamiento de la actividad sináptica de las neuronas presentes en el sistema de recompensa.
Las neuronas dopaminérgicas mostraron resultados deficientes entre las personas con autismo, lo que les hace perder la motivación requerida para interactuar con los demás.
Para ello los investigadores estudiaron la plasticidad sináptica de los ratones —las sinapsis son la parte de las neuronas que se ocupa de las conexiones neuronales—.
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"Hemos observado la misma deficiencia sináptica en animales portadores de otra mutación genética —un gen llamado 'shank 3', también común en el autismo—", señala la investigadora principal del estudio, Camilla Bellone.
"Por lo tanto, es una cuestión de maduración pobre de la sinapsis que, al final, impide un buen desarrollo social", agregó.
Los pacientes con alteraciones sinápticas en las neuronas dopaminérgicas deberían reaccionar positivamente a las terapias destinadas a aumentar su actividad, indican los científicos.
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Otra consecuencia positiva de conocer más sobre las raíces genéticas de los trastornos de este tipo es la posibilidad de diagnosticarlos más temprano, antes de la maduración de las sinapsis, cosa que haría que cualquier terapia fuera más eficaz.