No solo se preocuparían por sus defectos físicos reales, sino también por los imaginarios, ampliados por la imagen que estas personas intentan proyectar en Instagram, Snapchat o Facetune. La culpa, subrayan, la tienen los numerosos filtros que modifican la apariencia. Modificar la nariz, las orejas, los ojos o los pómulos, si bien parece inofensivo, puede llegar a ser nocivo.
El estudio, publicado en el portal JAMA Facial Plastic Surgery, recuerda que la edición de fotografías estaba inicialmente solo al alcance de las celebridades, cuando los rostros de modelos libres de imperfecciones copaban las portadas de las revistas y los anuncios. La llegada al gran público de esos mismos métodos de edición digital está haciendo mella, dice el estudio, sobre la autoestima.
"El trastorno dismórfico corporal es una preocupación excesiva unida a un defecto percibido en la apariencia que entra dentro del trastorno obsesivo-compulsivo. El trastorno es más que una inseguridad o una falta de confianza. (…) Hacen todo lo posible por ocultar sus imperfecciones, hacen movimientos repetitivos como pellizcarse la piel o arreglarse [continuamente], y pueden visitar dermatólogos o cirujanos plásticos con frecuencia, con la esperanza de cambiar su apariencia", dice el estudio.
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Los investigadores añaden que el desorden va más allá de la simple ausencia de autoestima. Aquellos que lo sufren muestran deseos de someterse a operaciones de cirugía facial. Y todo, apuntan, por culpa de los ángulos y de la distancia con los que se hacen los selfis, los cuales distorsionan sus dimensiones faciales.
"Los pacientes podrían buscar en la cirugía la forma de aparecer mejor en las selfis y redes sociales", advierten.
La salida es, lejos de someterse a una cirugía, tratar la dolencia del paciente como una cuestión psicológica y no física. "La cirugía no mejorará el trastorno", explican. Se debe intervenir psicológicamente mediante una terapia cognitiva del comportamiento del paciente y la administración de antidepresivos.
Para atajar este problema será clave que los profesionales de la salud "entiendan las implicaciones de las redes sociales en la apariencia física y en la autoestima para tratar mejor a sus pacientes", concluye el estudio.
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