"No es dios quien se ha llevado, quien les ha robado a Javier, a Paúl, a Efraín… a ellos los ha robado la violencia, los ha robado la codicia del dinero; quisieron ir allá, a la mata, donde suceden los hechos para darnos una información veraz, auténtica, y lo pagaron con la vida", dijo en su homilía el monseñor de Esmeraldas (noroeste ecuatoriano), Eugenio Arellano, durante la ceremonia religiosa previa al entierro de los periodistas.
Las muestras de dolor y afecto fueron imparables, al finalizar el oficio religioso el grito de "Nadie se cansa" retumbó en las paredes de la basílica de La Dolorosa, desde donde sus ataúdes fueron cargados en hombros para ser luego transportados al cementerio en el que descansarán juntos por decisión de sus familias.
"Memoria, verdad y justicia" es lo piden en adelante los allegados de los tres ciudadanos, "por Paúl, por Efraín, por Javier y por todo los que nos faltan", dijo la vocera de los familiares Yadira Aguagallo en un discurso en el que agradeció además a la ciudadanía, al gremio periodístico y a las organizaciones de la sociedad civil que los acompañan en su lucha.
Durante su traslado al camposanto, las expresiones de respeto y cariño no pararon; decenas de transeúntes se agolparon en las avenidas circundantes para verlos pasar por última vez.
Los cadáveres de los tres ecuatorianos fueron hallados en Tumaco (sur de Colombia) cuando estaban por cumplirse tres meses de su secuestro e identificados luego de realizarles varias pruebes forenses en un instituto de Cali (suroeste colombiano).
Las autoridades de ese país anunciaron que los resultados sobre las causas de la muerte y otros detalles se conocerán en los próximos días.
Asimismo, se espera en las próximas semanas la visita del Equipo de Seguimiento Especial de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) que investigará el tema.