Según cuenta el autor, después de la Guerra de los Seis Días que tuvo lugar en 1967, Israel estaba sumido en la euforia por su devastadora victoria sobre Egipto. Desde entonces en el Estado hebreo se estableció la opinión de que los árabes habían perdido su poder militar y no podrían recuperarlo.
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Esta percepción de las fuerzas militares de los Estados árabes permaneció mientras los servicios especiales de Israel "lucharon contra el terrorismo árabe" después del asesinato de atletas israelíes en Múnich, explica Atamanenko. Los egipcios también contribuyeron a esta imagen al llevar a cabo un extenso plan de desinformación. De acuerdo con él, se informaba a todos los periodistas extranjeros de lo precario que era el estado del Ejército egipcio.
El ataque de Egipto tomó por sorpresa al ejército israelí. Con 3.000 soldados muertos, más de 900 tanques y 200 aviones destruidos, el golpe atestado por las fuerzas de Egipto fue abrumador.
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Al ver que la derrota era inminente y no estar dispuesta a capitular, la primera ministra de Israel, Golda Meir dio la orden de usar armas nucleares para destruir Damasco y El Cairo. A pesar de no estar de acuerdo con la decisión de la mandataria, se procedió a preparar el armamento nuclear para el ataque.
Al ver que la diplomacia no funcionó, se tomó la decisión de ejecutar un plan de disuasión alternativo para prevenir una catástrofe. Para ello se hizo despegar en aquel entonces el secreto caza soviético, el MiG-25.
El avión entró en el espacio aéreo de Israel y tres cazas de producción francesa, Mirage, despegaron para interceptar al intruso. No obstante, el 'intruso' volaba a una altitud y velocidad inalcanzables para los Mirage, narra el coronel.
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Dispararon varios misiles contra el Mig-25, pero el avión volaba dos veces más rápido que sus adversarios y mucho más alto. Así, el caza soviético dio seis vueltas a Tel Aviv sin ser abatido.
"Fue entonces cuando Golda Meir se dio cuenta de lo que estaba ocurriendo y optó por solucionar el conflicto por vía diplomática", afirma el autor.
Con el vuelo del MiG-25 intruso se derrumbó la ilusión de impenetrabilidad del espacio aéreo de Tel Aviv y para prevenir la tercera guerra mundial Israel firmó un armisticio.
El caza MiG-25 superó a todos sus adversarios hasta finales de los 70. Tiene un techo de vuelo de 23 kilómetros y una velocidad máxima de 3.000 kilómetros por hora. En aquella época el avión era absolutamente inalcanzable para los sistemas de defensa aérea enemigos.
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