¿Dejar de comer galletas, pan, pastas, papas y arroz? Eso es lo que proponen algunas dietas, que promueven en sustitución la carne, el pescado, frutas, verduras, frutos secos y raíces, dejando por fuera granos y legumbres, entre otros alimentos que contienen almidón.
La decisión no es fácil, ya que las harinas están totalmente integradas a nuestro consumo diario, y forman parte de una alimentación balanceada y saludable.
"Es una estrategia que funciona para bajar de peso, pero mi planteo es: ¿es sostenible? Si eliminara todos los alimentos que contienen almidón, ¿cuánto tiempo lo podría sostener? Porque funciona, pero cuando lo dejo, también deja de funcionar y los logros no son sostenibles", señaló a Sputnik la nutricionista Elizabeth Barcia.
Los especialistas recomiendan que en vez de realizar cambios tan radicales, una opción más saludable es restringir las harinas blancas procesadas, sustituyéndolas por las integrales menos refinadas que aportan más fibras gracias a sus cereales.
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Si bien generalmente se vincula a la harina con la que proviene del trigo, también existen otras de cereales como el centeno, la avena, la cebada, que también tienen sus beneficios.
"Cuando elegimos integrales, no tan refinados, la fibra dietética tiene un impacto muy positivo para la salud, y para la prevención del sobrepeso, porque tienen mayor capacidad de darnos saciedad, al ser la digestión más lenta. Y también disminuye la absorción del colesterol, hace más lenta la absorción de azúcares, y favorece el tránsito intestinal", indicó Barcia.