The Guardian publicó el 20 de mayo un gran artículo en el que 'reveló' los lados más oscuros del país anfitrión del Mundial: desde sus fans más violentos y presuntamente racistas a los estadios supuestamente mal diseñados, pasando por los sentimientos nostálgicos por los buenos tiempos de la Unión Soviética.
Parfitt incluso utilizó la expresión 'pueblo Potiomkin', aludiendo a Grigori Potiomkin, un duque del siglo XVIII que hizo edificar fachadas falsas para impresionar a Catalina la Grande y ocultar de la noble visitante la pobreza extrema de la región.
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El autor del artículo 'se olvidó', sin embargo, de que Rusia simplemente está cumpliendo con los requisitos obligatorios de la FIFA y que la valla figura en la lista de adaptaciones imprescindibles. Los campos de entrenamiento deben estar rodeados por vallas de seguridad revestidas para evitar asuntos como el espionaje y la entrada de personal no autorizado.
Lo más curioso es que la propia selección de Inglaterra exigió la construcción de una valla de unos seis metros de altura en su base de entrenamiento en Zelenogorsk para "proteger el sitio de miradas indiscretas".
Luego, el mismo medio alertó de las 'trampas de miel' de las bellas jóvenes rusas para atrapar a los futbolistas ingleses con el fin de influir en los resultados del Mundial de fútbol. En aquella ocasión, el profesor Anthony Glees atribuyó al propio Kremlin la creación de esta táctica.
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