El apoyo a la reforma constitucional para abolir la llamada 'enmienda octava' que otorga el mismo derecho a la vida de la embarazada y a la del feto, restringiendo las terminaciones a casos extremos de peligro de muerte de la mujer, puede superar el 70 por ciento de votos en el cómputo final.
"La gente ha hablado y ha dicho que necesitamos una constitución moderna para un país moderno", celebró el primer ministro, Leo Varadkar, quien hizo campaña por la reforma.
El borrador legislativo admite la interrupción del embarazo sin justificación legal hasta las doce semanas de gestación y hasta las 24 semanas en casos de gravedad física o mental de la madre o de una deformidad incurable del feto.
"Lo que hemos presenciado es la culminación de una revolución silenciosa que está sucediendo en Irlanda los últimos veinte años", declaró Varadkar a la televisión estatal de la República.
Es un sentimiento que comparten muchos irlandeses en las redes sociales o en conversaciones con Sputnik.
Su amigo Edi Power lo interpreta como el "último clavo en el ataúd del catolicismo", en referencia a la pérdida de influencia de la religión católica desde la cascada de escándalos sexuales y de abuso de jóvenes por parte de miembros de ambos sexos de las órdenes religiosas.
La coalición pro vida ha aceptado la derrota pero no ha renunciado a seguir batallando por los "derechos del no nacido".
"Lo que han hecho los votantes irlandeses es una tragedia de proporciones históricas", advierten en un comunicado.
Los diferentes grupos desviarán la batalla al proyecto de ley del aborto, que tiene menor respaldo en los sondeos de opinión y corre peligro de dividir a los partidos y parlamentarios.
Irlanda aprobó, por referéndum, la igualdad legal del matrimonio homosexual en 2015 y diez años antes abolió la enmienda constitucional que prohibía el divorcio.