'El nuevo periodismo', al que Wolfe inauguró y del que hizo un apostolado, fue una corriente que resaltaba la importancia de la de literatura, que combinaba las técnicas narrativas propias de la ficción, con el riguroso respeto a los hechos. Dos elementos que claramente faltan al periodismo actual, que por un lado no tiene tiempo para prestar atención a las técnicas narrativas, y por el otro, trata los hechos como si el periodismo fuera ficción.
En medio de esta pérdida, el diario español El País publicó un artículo dedicado a Tom Wolfe, y al que tituló: "Punto final al viejo nuevo periodismo". No obstante, si editáramos ese titular y le redujéramos algunas palabras, tampoco perdería mucho su sentido si atendemos a la actualidad. Podría quedar así: 'Punto final al periodismo'.
Sobre todo si nos fijamos en el oficio de cronista o columnista. Porque la muerte de Tom Wolfe coincidió con la publicación en el semanario The Washington Examiner de una columna de Tom Rogan que invitaba a Ucrania a bombardear el puente de Crimea recién estrenado que conecta por carretera a Crimea con la parte continental de Rusia.
La nota titulada "Ucrania debe hacer estallar el puente de Crimea de Putin", apareció en The Washington Examiner el 15 mayo, sin la tradicional advertencia periodística de que la opinión del autor no coincide necesariamente con la del medio en la que se publica.
Pero el principal problema del artículo claramente no era este. El principal problema era, y es, que el autor llama directamente y en detalle a un acto terrorista, o bien a un acto de guerra.
De él se desprenden tres cosas que parecen totalmente increíbles. Primero, que un autor (periodista) escriba esto sin darse cuenta de que está cometiendo un crimen, porque no solo llama a un atentado o un acto de guerra, sino incluso da instrucciones de cómo hay que hacerlo. Segundo, que un medio de comunicación lo publique y lo difunda. Y tercero, que ningún medio internacional importante preste atención a este peligroso precedente.