Que existe una brecha trasatlántica no se le escapa a nadie. Tampoco al Washington Post, que en un artículo de opinión advierte que la distancia que ahora separa al estrambótico líder estadounidense de los líderes de la Unión Europea es tal que está empezando a erosionar peligrosamente una relación con décadas y décadas de vida.
"La grieta europea y estadounidense es, quizás, la consecuencia más importante y, a la vez, la que menos se ha comentado de la política exterior de Trump. Su estilo disruptivo normalmente se ve como uno que desestabiliza a sus adversarios en Pyongyang, Teherán y Pekín, pero las bombas diplomáticas también están estallando en la capital de la Unión Europea, al igual que en París, Berlín y Londres. Y parece que estén causando graves daños", escribe el columnista David Ignatius.
Sin ir más lejos, la canciller alemana, Angela Merkel, acusaba a Trump de estar creando "una verdadera crisis" por haberse salido del acuerdo nuclear iraní. El ministro de Finanzas francés, Bruno Le Maire, bailaba al mismo compás y decía que Estados Unidos estaba actuando como "el policía económico del planeta" cuando imponía sanciones de manera unilateral.
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Sin embargo, mucha más repercusión en los medios de comunicación tuvieron las palabras del presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, en Twitter.
Looking at latest decisions of @realDonaldTrump someone could even think: with friends like that who needs enemies. But frankly, EU should be grateful. Thanks to him we got rid of all illusions. We realise that if you need a helping hand, you will find one at the end of your arm.
— Donald Tusk (@eucopresident) May 16, 2018
"Cuando observamos las últimas decisiones del presidente, es para que alguien se pregunte: con amigos así, ¿quién necesita enemigos?".
Un alto diplomático de la Unión Europea reconocía que reunirse con los rusos y con los chinos no era plato de buen gusto para Bruselas. "Hacer esto nos duele", dijo. Y no es para menos: la Unión Europea se reunirá con países con los que no solo no está acostumbrada a tratar, sino con los que no se lleva del todo bien y, encima, para ir en contra de un aliado centenario. Los norteamericanos no les han dejado otra opción que hacerlo, dicen en Bruselas.
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"Los europeos están luchando por tranquilizar a Irán y mantenerlo dentro del acuerdo, en parte porque no quiere poner en peligro que se le controle. Según el protocolo de inspección actual, [gracias al acuerdo en Irán] hay cámaras que graban dos millones de imágenes al día en lugares clave del país. Gracias al acuerdo, el tiempo que necesita Irán para construir una bomba ha pasado de ser de unas pocas semanas a un año", explica Ignatius.
Los europeos no quieren arriesgarse a perder eso y echar a perder lo que queda del acuerdo.
"Estados Unidos nunca nos ha explicado cuál es su plan B. ¿Qué haremos cuando [los iraníes] echen a los inspectores?", dijo un diplomático de la Unión Europea.
Tras el respaldo unánime de los 28 jefes de Estado y de Gobierno a las propuestas del presidente de la Comisión, Jean-Claude Juncker, y de la Alta Representante y vicepresidenta de la Comisión, Federica Mogherini, la UE activará el estatuto de bloqueo. El mecanismo eximirá a las empresas de la UE de los efectos extraterritoriales de las sanciones estadounidenses y permitirá a las empresas obtener una reparación por el perjuicio resultante de esas sanciones.
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Entre esas empresas figura la francesa Total, un gigante con acuerdos multimillonarios y proyectos de gas natural en Irán. El asunto no es ninguna broma.
"Trump es tan impopular en Europa que definirlo no conlleva, prácticamente, ningún riesgo político. En temas como el comercio, el cambio climático y el conflicto entre Israel y Palestina y las políticas en materia de economía, el tradicional consenso político centrista prácticamente ha claudicado. Trump, con su bravuconería y vulgaridad, casi parece la caricatura del Estados Unidos violento y rudo que tantos europeos detestan", señala Ignatius.
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