El secretario de Estado adjunto para Asuntos Europeos y Euroasiáticos, Wess Mitchell, declaró esta semana que la transacción podría conllevar para Ankara las sanciones estipuladas en la Ley para Contrarrestar a los Adversarios a través de Sanciones (Caatsa), además de tener repercusiones negativas sobre su participación en el programa conjunto del avión de combate F-35.
"Es un intento de chantaje para asegurar la competencia desleal de empresas estadounidenses", comentó Lavrov.
El diplomático turco Volkan Bozkir, jefe de la comisión parlamentaria de Asuntos Internacionales, reconoció a finales de marzo pasado, tras una visita a Washington, que el Congreso de EEUU podría vetar el suministro de aviones de combate F-35 a Turquía como represalia por la compra de los S-400.
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Conforme a un acuerdo suscrito a finales de 2017, Turquía se comprometió a comprarle a Rusia dos sistemas S-400 —cuatro baterías en total- por valor de 2.500 millones de dólares, con la primera entrega prevista para marzo de 2020.
El sistema antiaéreo S-400 Triumf (SA-21 Growler en la clasificación de la OTAN) es capaz de abatir aparatos aéreos de tecnología furtiva, misiles de crucero, misiles balísticos tácticos y táctico-operativos.
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El S-400 tiene un alcance de hasta 400 kilómetros y puede destruir blancos a alturas de hasta 30 kilómetros; por sus prestaciones, este sistema pertenece a la generación 4+ y es el doble de eficaz que sus antecesores.