En las pruebas participó un centenar de soldados que piloteaban cazas MiG-31BM y Su-27, anteriormente trasladados a la zona.
Los tripulantes de los MiG repelieron ataques de los sistemas de defensa antiaérea del supuesto enemigo, mientras que los pilotos de los Su-27 atacaron simulacros de los cazas del simbólico enemigo.
Además, los militares mejoraron sus capacidades de preparar las aeronaves para el despegue desde un terreno desconocido.
Las maniobras estaban destinadas a evaluar el estado de preparación de los aviadores. Además, los militares pudieron practicar nuevas tácticas de combate.