Poco a poco en América Latina la industria de producción y comercialización de alimentos orgánicos comienza a implementar sus reglas. Algunos países cuentan con un etiquetado que acompaña los productos y certifica que estos están libres de contaminantes.
Pero todavía a nivel normativo faltan políticas para que los alimentos orgánicos sean más competitivos, y que toda la población tenga acceso, no solo la de mayores recursos.
"Hipotéticamente eso algún día se podría cambiar, y las empresas que contaminan el medio ambiente, midiendo huella de agua o carbono, pagarían un impuesto, y que sus productos fueran más caros que los orgánicos. En la teoría de un mundo perfecto e hipotético eso sería lo lógico, Sin embargo hoy el que paga la diferencia es el consumidor", señaló a Sputnik Christian Martínez, vicepresidente del Movimiento Argentino para la Producción Orgánica.
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Argentina es el país latinoamericano con más superficie orgánica sembrada. Brasil alcanzó a ampliar el mercado interno a través de políticas de incentivo aplicadas por el Partido de los Trabajadores. Mientras que México es el país con más productores orgánicos del continente.
"En un principio éramos diez gatos locos. Pero poco a poco se fue corriendo la voz: ‘oye, existen estos productos'. Y la gente empezó a tomar conciencia de las enfermedades que estaban ocurriendo con familiares o con amigos. Y empezaron a atar cabos y se dieron cuenta que era un tema de alimentación", explicó Besy Levy, director general de la empresa mexicana The Green Corner.
Si bien existe una mayor conciencia respecto a lo que generan los agrotóxicos en la salud, y por eso hay una mayor demanda de alimentos orgánicos (en Argentina el consumo creció entre un 300 y 400%), todavía la mayoría de lo que se produce en los países latinoamericanos se exporta a Estados Unidos y Europa.