El historiador romano Plinio el Viejo la describía como el 'alcantarillado de Caronte', el mítico barquero del Hades, encargado de guiar las sombras errantes de los difuntos de un lado a otro del río Aqueronte, desde el que prosiguen al inframundo.
— Why animals near the ancient Roman "gate to hell" really dropped dead: Thousands of years ago in Hierapolis (now Turkey), tourists visited a temple named Plutonium built at a cave thought to be a gateway to the underworld. Magically, large and small… https://t.co/8feODtFXn3 ☺ pic.twitter.com/cbqKSIjVVm
— Alik (@alik0760) 12 марта 2018 г.
Los romanos organizaban aquí elaborados sacrificios por creer que era una de las entradas al mundo de los muertos presuntamente esparcidas por la región del Mediterráneo. Se sacrificaban toros saludables que caían muertos sin intervención humana en cuanto llegaban hasta la misteriosa construcción, pero los sacerdotes castrados que los acompañaban regresaban ilesos. Ahora, un nuevo estudio del antiguo lugar sugiere que estos 'milagros' pueden tener una explicación geológica.
La investigación publicada por la revista de Ciencias Arqueológicas y Antropológicas demuestra que una fisura en la superficie de la tierra en la ubicación de la puerta emite dióxido de carbono a concentraciones tan altas que pueden resultar mortales.
El geógrafo griego Estrabón, que vivió entre el año 64 a.C. y el 21 d.C., ya reconocía que esta reacción estaba relacionada con la emisión de algún gas: "El espacio está lleno de un vapor tan neblinoso y denso que apenas se puede ver el suelo". No obstante, a Estrabón le desconcertaba el hecho de que afectaba a los animales pero no a los sacerdotes. El geógrafo se preguntaba si esto era debido a la divina providencia o simplemente tenía que ver con que los humanos evitaban aspirar el aire.
La investigación de Pfanz agrega otra posibilidad: el hecho de que los animales y los sacerdotes tienen diferentes alturas. El CO2 es más pesado que el oxígeno, por lo tanto se deposita más cerca del suelo, formando un lago de gas tóxico. Así, las narices de los animales estaban directamente en el lago de gas, mientras que los sacerdotes eran más altos y no tocaban el lago.