Según Valaguin, este dron es capaz de desplazarse a una profundidad muy grande de más de 1.000 metros, es decir, más allá del alcance del sonar a bordo de los buques. Su sistema de guía especial garantiza la autonomía de navegación y la precisión de la destrucción del objetivo.
"La simulación demostró que es muy difícil interceptarlo, casi imposible. Una vez al servicio de la Armada rusa, permitirá resolver una amplia gama de tareas en la zona del mar lejano", cita el periodista al almirante Vladímir Koroliov, comandante en jefe de la Armada rusa.
En cuanto a la "amplia gama de tareas", mencionada por el comandante en jefe, se prevé que el dron esté equipado con una ojiva termonuclear de 100 megatones. Esta carga garantiza una destrucción completa de un grupo de portaviones.
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Valaguin señala que en las fuentes abiertas hay solo un arma con características adecuadas para este propósito: una bomba de cobalto, descrita por el físico estadounidense Leo Szilard. Se trata de una munición termonuclear cuya capa exterior no consiste en uranio-238, sino en cobalto-59. En una explosión nuclear, la cáscara se irradia con un fuerte flujo de neutrones y se transforma en isótopo de cobalto-60 de extrema radiactividad y una vida media de más de cinco años.
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"Sin embargo, este tipo de bomba podría considerarse como un elemento de disuasión eficaz junto con el sistema Perimetr que garantiza un ataque de represalia con todas las fuerzas estratégicas de misiles, incluso en caso de la destrucción de los puestos de comando y las autoridades del país", concluye.
Mientras tanto, las autoridades rusas reiteraron en numerosas ocasiones que las nuevas armas de Rusia no amenazan a los países que no tienen planes de atacarla y la doctrina militar del país tiene un carácter exclusivamente defensivo.