"Desde nuestro punto de vista, lo que influirá en la economía rusa y otras economías del mundo no será el cambio de la dinámica de crecimiento del Producto Interior Bruto (PIB), sino más bien el cambio activo de la estructura del PIB (de China): el desarrollo del sector de servicios, incluidos los electrónicos e informáticos, así como la posición proactiva del país en la arena económica mundial", dijo a Sputnik.
Sin embargo, para 2018 las autoridades chinas fijaron el umbral de crecimiento del PIB en un 6,5%.
El 5 de marzo, el primer ministro de China, Li Keqiang, declaró que su país abrirá totalmente el sector de producción general para los extranjeros y facilitará su acceso a varias otras áreas, como telecomunicaciones, medicina, educación y automóviles de energía limpia.
El Gobierno chino promete también gradualmente abrir para las inversiones extranjeras el mercado de la compensación de tarjetas bancarias y levantar las restricciones a la participación de los extranjeros en los sectores como banca, valores y gestión de fondos.
Le puede interesar: Cinco ambiciosos proyectos de China que 'sacudirán' la economía global
Según Ívlev, la ralentización del ritmo de crecimiento del PIB es una política deliberada de las autoridades chinas, cuyo objetivo consiste en cambiar la estructura del modelo de importación y exportación, así como intensificar el desarrollo del sector de servicios y del consumo interno.
En otras palabras, continúo, el modelo económico de China va cambiando y "las cifras que reflejaban bien la dinámica en años pasados ya no abarcan la cantidad necesaria de fuentes que influyen en la situación real del país, que muestra un auténtico crecimiento económico".
"También hay que tener en cuenta que un 6-7% es un crecimiento bastante alto del PIB anual para los países desarrollados", añadió.