"El 1932 fue asombroso y el público podrá ver una extraordinaria representación de su trabajo, día a día, expuesta como un diario de la progresión de su pintura que desvela su forma de trabajar y cómo funcionaba su mente", señala Morris.
Picasso acababa de cumplir 50 años, preparaba su primera gran muestra retrospectiva y su matrimonio con la bailarina rusa Olga Jojlova, con quien tuvo a su primogénito Paolo, entraba en crisis afectado por la relación con Marie-Thérèsa Walter, su amante y nueva musa.
La retrospectiva de 1932 forzó al artista a "revisar su carrera" pero también impulsó la determinación de no quedarse "confinado a un estilo o periodo" y exhibir "lo mejor de su trabajo contemporáneo", según recuerda la directora de Tate Modern.
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Picasso dirigió personalmente dicha exposición, que colgó sin ajustarse a un orden cronológico, y parte de las obras se reúnen por primera vez en la 'catedral' del arte contemporáneo del sur del Támesis.
Incluyen sensuales representaciones surrealistas de su nueva musa y varios retratos de su mujer e hijo que pintó en las dos décadas anteriores.
Las turbulencias internacionales del año quedaron reflejadas en la producción del maestro español asentado en París.
"Se están formando nubarrones, la guerra ya es inevitable y Picasso pasa de una increíble obsesión lírica con el cuerpo, el amor y la juventud a un profundo interés por la muerte, a través de su serie de crucifijos, que se siente como una metáfora de Europa en ese preciso momento", resume la jefa de Tate Modern.
Hay vestigios del 'Guernica' en cuadros reunidos en 'Picasso 1932' que evidencian cómo "plantó semillas ese año que emergieron" después en el gran grito pictórico contra la Guerra Civil española y en otras obras del legado del gran artista mundial.