El autor del hallazgo fue un vecino de Márino, un pequeño pueblo a unos cinco kilómetros al noroeste de Moscú. Los encontró en una caja junto a un contenedor al lado de su casa y pidió ayuda al Departamento de Protección Medioambiental de la capital rusa, que se desplazó hasta el pueblo para hacerse cargo de los pequeños.
Quienes se encargan de ellos aseguran que necesitan los mismos cuidados que un bebé y que se les tiene que dar de comer siguiendo un horario. Por ahora no han abierto ni los ojos y tampoco saben caminar.
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Los cachorros vivirán por ahora en la Reserva Natural de Tver, a unos 400 km al noroeste de la capital. El área protegida es de 35 kilómetros cuadrados y sirve de refugio a otros oseznos huérfanos.