Han sido "demasiados" los incidentes similares ocurridos en los últimos tiempos en Okinawa, comunicó el ministro ante la prensa del país.
"El huésped y el pez, a los tres días hiede"
Un helicóptero AH-1 desplegado en la base de Futenma se vio forzado a aterrizar el 6 de enero en una playa de la ciudad de Uruma, en la isla de Ikei.
Dos días antes, otro AH-1 de la misma base experimentó una situación similar, esta vez aterrizando en un local de procesamiento de desechos en el pueblo de Yomitan. En diciembre de 2017, la ventana de un helicóptero de transporte CH-53E caía en el patio de una escuela primaria ubicada a las afueras de la base Futenma.
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Estos no son los únicos casos en los que los habitantes locales se ven afectados por las acciones de los militares estadounidenses. Agresiones sexuales, ataques a mano armada y accidente de tráfico provocados por las tropas estadounidenses han estado permanentemente en los titulares de los periódicos japoneses. La ira llegó a tal nivel, que en julio de 2016 la administración civil japonesa y la militar estadounidense llegaron a un acuerdo sobre la limitación de las libertades que gozaban los soldados desplegados en la isla.
"Esto es muy lamentable. Es indignante. Dicen que eso 'no sucedió', pero entonces deberían mostrar la información de sus radares, evidencia objetiva.
Los militares estadounidenses que niegan esos vuelos a pesar de las grabaciones, no pueden ser considerados buenos vecinos", compartió su indignación el gobernador de la Prefectura de Okinawa, Takeshi Onaga.
Mientras tanto, los japoneses continúan planeando y realizando protestas contra la presencia extranjera en la isla. Los estadounidenses, por su parte, continúan construyendo nuevas bases: ya han cercado un área de 160 hectáreas para reubicar una nueva base de helicópteros.