Infatigable trotamundos, apasionado de la vulcanología, de las regiones polares, de la fauna salvaje y de la fotografía de viajes. Así se define Roberto en su página web; un álbum de fotografías de la fauna y de la flora del mundo en el que vivimos.
La península de Kamchatka, el lago Baikal, las montañas del Putorán, la Antártida… Belleza rusa sin límites.
Los volcanes de Kamchatka
Roberto no solo fotografía, sino que también describe con palabras lo que ve. Sea desde su blog personal, desde su cuenta de Twitter o, incluso, desde la televisión, las imágenes de este apasionado de la vulcanología —algo que queda patente en estas instantáneas— muestran claramente la cara menos conocida de Rusia.
La época invernal dura medio año en algunas partes de Rusia. Así que no es de extrañar que, durante los meses de invierno, esta península siberiana se convierta en un mar de nieve bajo el que se esconden los 25 volcanes que atesora, ocho de ellos activos.
El volcán Shiveluch le pisa los talones con sus 3.283 metros de altitud. También está cerca de Kliuchí, a solo 47 kilómetros, y a 440 km de la ciudad de Petropávlovsk-Kamchatski.
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Durante la época invernal y con un poco de suerte, en Kamchatka son habituales las auroras boreales.
Isla de Spitsbergen
Este fotógrafo español se describe también como un "gran conocedor de Rusia y de algunas de sus regiones más remotas". La isla de Spitsbergen, por ejemplo, se ubica en el archipiélago de Svalbard, en la confluencia entre el océano Ártico, el mar de Barents y el mar de Groenlandia.
Jurídicamente, la isla —y su archipiélago— pertenece al Reino de Noruega pero, de acuerdo con los términos del Tratado de Svalbard de 1920, los ciudadanos de Rusia tienen derecho a instalarse en el archipiélago de la zona más septentrional del país escandinavo. Actualmente, la capital noruega de Sputsbergen, Longyearbyen, tiene una población de 2.000 habitantes, mientras que el asentamiento ruso más importante, Barentsburg, cuenta con unas 500 personas.
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Las fotografías de Roberto Carlos dejan helado a cualquiera. Parajes en los que contrasta un cielo azul y un sol de justicia y aguas congeladas. No pueden faltar las gigantes morsas y los renos, propios de estas latitudes. Tampoco los enormes bloques de hielo y los glaciares.
Montañas del Putorán
El asturiano trabaja como coordinador de expediciones y de viajes fotográficos a Svalbard, a la Antártida, a Kamchatka y al Lago Baikal, entre otros destinos, y ha aparecido en varios programas de televisión y en publicaciones españolas.
Desde las montañas del Putorán, en el noroeste de la meseta central de Siberia, Roberto logró fotografiar el macizo más alto de la sierra, el Kamen, y sus 1.700 metros de altitud. Su reserva natural fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 2010 y en ella vive la mayor concentración de renos del mundo.
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En estas montañas siberianas conviven taiga, tundra y desierto. Así que la belleza que sus lagos y ríos ofrecen a quienes tienen la suerte de pasar por ahí no se puede medir ni con fotografías.
Baikal
El lago Baikal, el más profundo del mundo, probablemente no necesite presentación. La media es de 730 metros de profundidad, mientras que el punto más hondo conocido está a 1.637 metros. La superficie del agua alcanza los 31.500 kilómetros cuadrados, lo que está cerca de la superficie de algunos países como Bélgica. El volumen del agua en el lago es de unos 23.000 kilómetros cúbicos, más que en los cinco grandes lagos de Norteamérica (Superior, Michigan, Huron, Erie y Ontario) juntos.
Cada año, el lago produce 60 kilómetros cúbicos de agua pura. En Sputnik te desvelamos el secreto de su pureza: un pequeño crustáceo endémico, el epischura baikalensis. Cada año, este pequeño filtra medio metro de la capa superficial del agua, reciclando toda la materia orgánica muerta y proporcionando oxígeno. El Baikal, también conocido como 'El ojo azul de Siberia' o 'La perla de Asia', aglutina cerca del 20% del agua dulce no congelada del mundo.
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Antártida
Decir que las puestas de sol en la Antártida son de infarto es no hacer justicia a la belleza de un lugar que se ha de visitar, al menos, una vez en la vida.
Uno de sus lagos, el Vostok, es de los que más agua dulce contiene. En épocas prehistóricas, el clima antártico era mucho más cálido, con follaje tropical y vida salvaje. Las fotografías de Roberto Carlos dejan claro que la cosa ha cambiado mucho desde entonces. Sus pingüinos lo corroboran.