Espionaje, contraespionaje, agentes dobles e incluso triples… el mundo de la inteligencia lleva las sospechas y la desconfianza en las demás personas al máximo grado. Sin embargo, ¿quién sospecharía de un tierno gatito como un efectivo capaz de enviar información confidencial y aguarle la fiesta al 'enemigo'?
Desde 1961 a 1966, el equipo de la inteligencia estadounidense se encargó literalmente de hacer un cableado dentro del animal y la operación se denominó 'Acoustic Kitten' (en inglés, gatito acústico). Se le incluyeron micrófonos dentro de los oídos, baterías para hacer funcionar el sistema y hasta una antena en la cola para transmitir los datos recabados por este particular agente.
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La operación no estuvo exenta de altísimos costos. La tecnología involuntariamente implantada en el gato implicó erogaciones en el entorno de los 20 millones de dólares, cifra más exorbitante en aquella época. El dinero fue desperdiciado, ya que el final del gato fue trágico, aunque no se podía prever la manera en la que imprevistamente perdería la vida.
Cuando la mascota —cuyo nombre se desconoce— fue liberado en el entorno de la representación rusa en Washington, un taxi rodó por encima de él y el animalito quedó reducido a un cadáver lleno de cables.
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Algunos de los documentos sobre la operación fueron desclasificados, pero mucho quedó en la nebulosa. En aquel momento, se temía que los soviéticos pudieran apropiarse de la tecnología si llegaban a saber esta estrategia.
Kim Philby, el agente soviético que trabajó en la inteligencia británica https://t.co/JGpCUV5Trh
— Sputnik Mundo (@SputnikMundo) 2 de septiembre de 2017
En un cable desclasificado de la inteligencia estadounidense, se concluye que los ideólogos están "convencidos de que no se presta para las necesidades altamente especializadas" a pesar del valor "científico" que implicó la prueba empírica del entrenamiento de los gatos.