Durante el siglo XX se observó un aumento sustancial de los casos de cálculos biliares (piedras en la vesícula) entre la población. Lo que antaño era considerado un mal que afectaba solo a la alta sociedad, ahora se había expandido por todas las capas de la población global, al margen de la edad, género, raza o nacionalidad. Las costumbres gastronómicas eran lo único que podía rebajar las posibilidades de padecer esta enfermedad.
Este es solo uno de tantos males provocados en nuestro organismo por el exceso de proteínas en la dieta. A eso se le agregan enfermedades cardiovasculares, la obesidad, piedras en los riñones, entre otros. De ahí que los especialistas adviertan que solo entre el 15% y el 20% de una ingesta diaria convencional debe provenir de las proteínas, sean de origen animal o vegetal.
Es necesario precisar que estos males son consecuencia de una prolongada dieta alta en proteínas y no de una ingesta ocasional de fin de año. Nuestro sistema inmunológico es capaz de limpiar el organismo de las toxinas que consumimos junto a los nutrientes imprescindibles, pero si el consumo periódico sobrepasa sus capacidades, habrá problemas.
Sea cual sea el caso, los dietólogos aconsejan beber más agua para ayudar a nuestro organismo a mantener el equilibrio adecuado. También apuntan a que las personas que realizan actividades físicas queman más fácilmente las toxinas provenientes de las proteínas.