Los militares de la OTAN tenían razones para preocuparse, escribe el periodista Daniil Rodiónov en su artículo para la agencia Vestnik Mordovii. Este complejo soviético podía realizar ataques precisos con armas nucleares y químicas, dado que estaba ensamblado sobre un chasis flotante y de alta movilidad BAZ-6944 y tenía un potente motor.

"Ya se sabe que, en aquel entonces, el sistema de misiles estadounidense Patriot se mostraba impotente ante la superarma soviética. No era sorprendente que los estadounidenses empezaran a pedir que las autoridades soviéticas destruyeran estos complejos. (…) Posteriormente, la URSS decidió acabar con 102 lanzaderas y más de 200 misiles. Esta medida causó un gran daño a la capacidad combativa de su Ejército".
Rodiónov considera que todos los secretos militares de la URSS podrían haber quedado en manos de EEUU cuando Alemania Oriental pasó a formar parte de la OTAN. De acuerdo con Danilov, varios analistas militares no excluyen la posibilidad de que los 'Arañas' hubieran llegado hasta los polígonos estadounidenses, donde ese país se dedicaba a probar sus sistemas antimisiles.
"EEUU habría comprado los viejos complejos Elbrus y la Luna a las repúblicas exsoviéticas de Europa y a Ucrania (…) y es más que probable que el Oka tampoco se hubiera quedado fuera de su punto de mira. Es posible que las características del SS-23 asustaran a la OTAN, que a comienzos del siglo XXI demandó a Eslovaquia destruir por completo los sistemas que tenía a su disposición".
Efectivamente, los Oka que se quedaron en Eslovaquia en 2002 fueron destruidos de conformidad con el memorándum firmado con EEUU a cambio de una indemnización de 16 millones de dólares.
Más: Estos son los cañones rotativos más temibles de EEUU y Rusia
Por su parte, el Ejército ruso pudo compensar la pérdida de los Oka solo en 2006, cuando organizó la producción en serie del conocido sistema de misiles Iskander.