Entre el clima de incertidumbre que reinaba tras los primeros días de la catástrofe, miles de personas acudieron hasta la entonces república soviética desde todos los rincones de la URSS para ayudar en las operaciones de rescate, incluso en los pueblos más inaccesibles del montañoso país. Las labores se hacían todavía más complicadas debido a que el siniestro había cortado las principales vías de comunicación y destruido casi la totalidad de las infraestructuras de la zona. Bajo esas circunstancias, parte de la ayuda llegó de donde casi nadie podía esperar.
Joaquín García Salabarría, un médico cubano que lideró la brigada isleña, compartió con Sputnik su experiencia y habló sobre las dificultades y los peligros a los que tuvieron que hacer frente para cumplir con su misión durante aquellos trágicos días.
En aquel momento, Joaquín ya era el director del Hospital V. I. Lenin, en la provincia de Holguín. El hospital se había construido con la colaboración de la URSS pocos años después de la Revolución cubana y habitualmente tenía entre 3 y 4 médicos soviéticos.
"Cuando se produjo el terremoto, los trabajadores del hospital firmamos un libro de condolencia con el compromiso de acudir en socorro de las víctimas. Ese libro lo enviamos directamente al embajador de la URSS y a partir de ahí se desencadenaron los acontecimientos, que dieron lugar al envío de la brigada médica cubana".
Joaquín recuerda que su llegada tuvo mucha cobertura en la prensa soviética y cuando se abrieron las puertas del avión lo primero que le preguntaron era si en la aeronave viajaba la sangre de Fidel.
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El líder de la brigada se encontró con sus compañeros en Ereván, la capital armenia, y ese mismo día viajaron a Leninakán —actual Guiumri—, la segunda ciudad más grande de la república.
"Llegamos a un aeropuerto que recuerdo que tenía muchas edificaciones derrumbadas (…) Días antes habían ocurrido dos accidentes aéreos. Se decía que el aeropuerto tenía un acceso muy difícil en una meseta muy elevada y que además no había documentos de navegación por tratarse, hasta ese momento, de un aeropuerto secreto que estaba muy cerca de la frontera con Turquía".
Varias horas después de descargar toda la mercancía en camiones, aún no habían podido contactar con las autoridades de la región afectada. Entonces Joaquín se acercó a un armenio y en su limitado ruso le pidió que lo llevase al hospital más cercano, con la esperanza de encontrar allí a algún funcionario.
Justamente en el hospital logró encontrarse con el viceministro de Salud de Armenia, cuyo nombre no recuerda, pero que era originario de una de las ciudades devastadas por el terremoto, en donde perdió a toda su familia.
"Pasados los años no puedo olvidar el rostro de aquel viceministro armenio cuando, en una ciudad en ruinas, como por arte de magia, apareció un cubano para decirle en un ruso a media lengua que tenía en el aeropuerto a más de 50 médicos y 30 toneladas de carga. Mucho menos puedo olvidar cómo repetía una y otra vez: 'Qué grande es Cuba. Qué grande es Cuba'".
Actualmente, Joaquín García Salabarría es director de la Clínica Central Cira García, uno de los centros médicos más prestigiosos del país isleño y que se dedica a la atención médica internacional. Incluso hasta el día de hoy dice recibir a muchos pacientes extranjeros que buscan recibir un tratamiento accesible a sus enfermedades aprovechando los productos de la industria biotecnológica cubana.