Según el plan preliminar, Japón construirá invernaderos y proporcionará todas las tecnologías necesarias para garantizar el cultivo. El país asiático espera recibir ayuda tanto de las autoridades locales como de los mismos vecinos a la hora de organizar la producción.
El proyecto podría ser rentable incluso teniendo en cuenta los gastos de transporte de las frutas desde las islas a los puntos de venta.
Sin embargo, según señala Yomiuri, todavía el proyecto debe superar diversas dificultades. En primer lugar, hay que abordar las discrepancias legales entre los marcos jurídicos japonés y ruso y definir qué tributos tendría que abonar la compañía encargada de la plantación.
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Japón tiene experiencia en organizar explotaciones agrícolas de invernaderos en Rusia. En el territorio de desarrollo avanzado —una zona económica especial con ventajas impositivas y otros privilegios— en la ciudad de Jabárovsk, la compañía nipona JGC Evergreen ya ha construido un complejo de este tipo donde cultiva vegetales. El inicio de la explotación de la fresa en la misma Jabárovsk se espera para el año 2018.
El desarrollo de la cooperación económica podría ser un paso más para la firma del tratado de paz pendiente entre ambas naciones desde el final de la II Guerra Mundial.
Rusia y Japón siguen sin firmar un tratado de paz desde el fin de la contienda en 1945, ya que Tokio condiciona su firma a la devolución de cuatro islas del archipiélago de las Kuriles para lo que alega la firma del Tratado Bilateral de Comercio y Fronteras que suscribió con Rusia en 1855.
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Moscú, a su vez, señala que estos territorios fueron traspasados a la Unión Soviética después de la II Guerra Mundial en virtud de acuerdos internacionales y que Rusia asumió la soberanía de dichos territorios como sucesora legal de la URSS.