Resulta que los chistosos —y a veces incluso blasfemos— apodos de las 'facturas' argentinas tienen su origen en la llegada al país de los anarquistas. Así, en 1885, el militante anarquista italiano Errico Malatesta llegó a Argentina en un intento de evitar la persecución por parte de las autoridades europeas. En Buenos Aires, comenzó a divulgar ideas anarquistas entre los trabajadores. Dos años más tarde, junto con otro impulsor del anarquismo, Errico Ferrer, fundó en la capital argentina el sindicato anarquista denominado Sociedad Cosmopolita de Resistencia y Colocación de Obreros Panaderos.
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Así surgieron los 'suspiros de monja', las 'bolas de fraile', los 'cañoncitos' de dulce de leche, los 'vigilantes' y las 'bombitas', entre otras. En Buenos Aires, también son populares los 'sacramentos' —una medialuna con relleno de jamón y queso—.

