La tercera expedición antártica soviética, realizada entre 1957 y 1959, marcó un hito en la historia de la investigación del continente blanco. En diciembre de 1958, un convoy de tractores rusos y 18 expedicionarios llegó al polo de inaccesibilidad sur, el lugar más remoto de la Antártida y más lejano del mar por cualquier dirección, así como el más frío.
Allí establecieron una base temporal, con una cabaña para los investigadores, un generador eléctrico y un transmisor de radio. La URSS dejó su ‘huella indeleble' en ese sitio: las instalaciones fueron coronadas con un busto de Vladímir Lenin, líder de la Revolución rusa, mirando en dirección de Moscú.
Durante 12 días (del 14 al 26 de diciembre), los científicos soviéticos llevaron a cabo mediciones experimentales. Incluso improvisaron una pista sobre la que aterrizó un avión, que los trasladó al final de la misión.
Seis años después, en 1964, una expedición soviética regresó al mismo punto. En plena Guerra Fría, recién en 1965 llegó un equipo estadounidense a la base temporal instalada por Moscú.
Hoy, el busto colocado hace casi 60 años permanece todavía allí. La nieve ha cubierto la base, pero del blanco y eterno manto surge Lenin, todavía con su cara hacia Rusia, con los ojos fijos en el lugar donde empezó la Revolución.