"Nos pasa factura, todavía nos pasa factura el terremoto", reconoce a Sputnik el presidente de la Asociación Ballevista, Fabián Valdez, que pertenece a la comunidad Bellavista Don Juan, donde 75% de las familias perdieron sus casas tras el peor sismo registrado en los últimos 30 años.
Valdez asegura que no se han ido de allí porque tienen "la confianza de que el futuro va a cambiar, va a cambiar para bien y nosotros somos el motor para levantar a la comunidad".
Así lo recuerda Alba Reina, una mujer de 62 años a quien el movimiento telúrico le sorprendió dentro de su casa junto con sus dos pequeñas nietas, a las que no soltó durante el minuto de terror.
"Tuvimos que salir de aquí por el miedo a las réplicas o a un tsunami", señala a esta agencia y comenta que durante los primeros días durmieron al borde de la carretera, cubiertos por plásticos mientras esperaban que la ayuda llegara.
Antes, ella tenía un pequeño restaurante al interior de su casa, pero el sismo arruinó su negocio y pensó que no lo iba a recuperar.

A la Asociación Ballevista, además de la capacitación, le entregaron chalecos salvavidas y binoculares y le ayudaron en la construcción de sanitarios para los bañistas, mientras que personas como Reina recibieron cocina, platos, vasos, ollas… para volver a empezar.
"Así estamos saliendo adelante, yo quería volver a trabajar porque así doy trabajo a otras mujeres que lo necesitan porque tienen niños pequeños", afirma la mujer.
Algo similar ocurre en la comunidad de San Jacinto, ubicada un poco más al sur, donde los Jóvenes Emprendedores del Manglar La Boca juntaron fuerzas para reinventarse tras el terremoto y aprovechar la riqueza natural de su tierra.



