El 30 de septiembre, uno de los motores de un A380 explotó en mitad de un vuelo de Air France que viajaba de París a Los Ángeles. En el momento del incidente, el avión transportaba 496 pasajeros y 24 tripulantes. Afortunadamente, a pesar de la emergencia, la aeronave logró aterrizar en la localidad canadiense de Goose Bay, en una base militar de las Fuerzas Armadas del país norteamericano.
Uno de los casi 500 pasajeros que estaba a bordo del vuelo contó a NBC News más detalles acerca de los momentos de tensión vividos hasta que la aeronave aterrizara con seguridad.
"El avión comenzó a temblar y se escuchó un ruido como si uno de los motores estuviera fallando (…) Obviamente sabíamos que no se trataba de una turbulencia, duró entre 30 segundos y un minuto, luego notamos que el avión estaba perdiendo altitud muy rápidamente", contó Enrique Guillen al medio.
En noviembre de 2010, una emergencia similar con otro avión A380 tuvo lugar durante un vuelo de Qantas Airways. Poco después de despegar desde Singapur, uno de los motores, fabricado por Rolls Royce, presentó un fallo. Tras el incidente, los seis A380 de la flota de Qantas estuvieron bajo inspección y no realizaron vuelos durante tres semanas.