"Europa y, sobre todo, Alemania se han convertido en rehenes de la nueva guerra económica de EEUU contra Rusia. Desafortunadamente, en los últimos dos años, Alemania y Francia no han logrado éxitos en el proceso de paz de Minsk. En lugar de asumir el papel de intermediarios reales, Berlín y París defendieron exclusivamente intereses proucranianos", escribe Rahr.
Angela Merkel no puede delegar en EEUU el arreglo de la crisis ucraniana, insiste Rahr. En ese caso, la UE perdería para siempre su independencia en materia de política exterior y seguridad, advierte.
Según el columnista, las autoridades alemanas se oponen al endurecimiento de las sanciones antirrusas, argumentando que estas acciones violan los intereses europeos en el suministro de energía. Los representantes de la economía alemana temen que la mayoría de las empresas europeas salgan de la alianza energética con Rusia por temor a la 'palanca de sanciones' de Estados Unidos.
Además, la economía rusa ha vuelto a entrar en una fase de crecimiento, continúa Rahr. El presupuesto estatal se consolida, el nivel de inflación es bajo, el volumen de reservas de divisas alcanzó niveles anteriores a la crisis. El Kremlin envía señales positivas, subraya el periodista. Cuando las autoridades rusas comiencen a poner en práctica sus planes de privatización, las empresas alemanas estarán en la vanguardia, explica. Al mismo tiempo, no solo los empresarios alemanes están impacientes en este sentido, sino también los austriacos y los turcos.
No obstante, hasta ahora Berlín está luchando solo. El resto de los países de la UE y, en primer lugar, Francia guardan silencio, mientras que algunos estados de Europa Central incluso apoyan las duras medidas de EEUU contra Rusia. La realidad es que será imposible deshacerse de las sanciones de Estados Unidos, afirma Rarh. Estas, como la espada de Damocles, se ciernen sobre las relaciones económicas ruso-europeas, concluye.
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