Sputnik ofrece desde Barcelona los detalles de los preparativos del referéndum catalán que se celebrará, según lo planificado, el próximo 1 de octubre.
Un debate que arrastra a todos
A una semana del referéndum, las manifestaciones a favor de que se celebre la consulta siguen celebrándose. Los últimos acontecimientos en Cataluña dirigidos a 'desactivar' el referéndum han llevado a una situación en la que los jóvenes nunca se habían encontrado: se debate de política en todas partes.
Pequeños grupos de amigos reunidos alrededor de sus jarras de cerveza debatían sobre qué votar, cómo votar, por qué votar —o por qué no hacerlo— y los últimos movimientos del Gobierno central y de la Justicia española. Esta ya no es una imagen excepcional, sino que tiende a repetirse.
Un voto de castigo
"Cuando nos han consultado sobre la independencia durante los últimos años, yo siempre he votado que no, pero esta vez votaré que sí", dice a Sputnik Jordi, vecino de Barcelona, mientras conversa con sus amigos en un bar del barrio del Eixample, en el centro de la ciudad.
"Nunca he estado a favor de la independencia. Siempre he creído que es una opción muy radical y que, antes de pasar por ella, era mejor considerar otras opciones como la reforma del Estado. Pero lo de las detenciones, lo de prohibir a la gente organizar conferencias para explicar el referéndum y lo de enviar a Barcelona 7.000 agentes de policía es demasiado", dice, mientras asegura que su enfado lo comparten no pocos catalanes.
A las detenciones se suman los dos cruceros que fondean en el puerto de Barcelona, destinados a albergar a miles de agentes de policía, garantes del orden público por si el ambiente adquiere otros matices. Ninguno de estos hechos se le escapa a los que hablan sobre el referéndum catalán en bares, plazas, calles y ascensores.
"Votaré y votaré que no"
Clara, una universitaria malagueña que vive en Barcelona desde hace cuatro años, está de acuerdo con Jordi: "Barcelona está en estado de excepción". Está sentada en otra mesa y se acerca espontáneamente para dar su opinión. "Me interesa el tema y os he oído hablar de él", dice. "Creo que es el tema más trascendental en décadas y uno que nos toca a todos", afirma.
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No le gusta el cariz que ha tomado el debate sobre la independencia y tampoco está satisfecha con la ausencia de uno más importante al que nadie puede responder con seguridad: ¿cómo sería una Cataluña independiente?
"Votaré y votaré que no. Votaré que no porque no tengo ni idea de cómo será esa supuesta Cataluña. No ha existido un debate sano en el que los que están en contra de la independencia hayan podido exponer sus argumentos (…) Tampoco los que están a favor nos han dicho qué plan tienen. Lo único que nos han dicho es que España es muy mala y que eso es suficiente para irse", nos dice Clara, que asegura que al día siguiente irá a una de las manifestaciones a favor del referéndum porque "no es normal que no solo no nos dejen dar nuestra opinión, sino que no la quieran ni saber".
Sin papeletas
"No es una manifestación a favor de la independencia, sino a favor de la libertad de expresión". Es lo que dicen las decenas de carteles a favor del referéndum en el lugar de Barcelona que se ha convertido en el centro neurálgico de las proclamas independentistas: Plaza Universitat.
Sputnik intentó ingresar al recinto universitario, pero se encontró con un grupo de personas de la plataforma Universitats per la República que bloqueaba la entrada. "Está prohibido entrar hasta las tres y media de la tarde por motivos de seguridad", dice una de las organizadoras. En la mano izquierda sujeta un megáfono con el que lanza el mismo mensaje cada cinco minutos: "no nos quedan papeletas, volveremos a tener hoy por la tarde". Quieren que aquellos que hace unos días incautaron dos millones de papeletas sepan que están preparados.
'¿Quiere que Cataluña se convierta en un Estado independiente en forma de república?', puede leerse en las papeletas.
El poder de los claveles
Los agentes lograron proteger bien la manifestación de la Plaza Universitat. 11 furgonetas de los Mossos d'Esquadra, la policía catalana que depende de la Generalitat —el Gobierno catalán—, custodiaban las calles que desembocan en la plaza para cortar el paso a los vehículos. "Toda precaución es poca", dice a Sputnik un Mosso con un fusil en las manos. Imposible no recordar la masacre del 18 de agosto, cuando una furgoneta entró en la zona peatonal más concurrida de toda Cataluña.
Que en los últimos días los Mossos se han convertido en un objeto codiciado por el Gobierno central es un secreto a voces. El ministro del Interior catalán, Joaquim Forn, dejaba caer desde Twitter un mensaje casi enigmático el 23 de septiembre: "los Mossos no renunciarán a ejercer sus competencias en lealtad al pueblo de Cataluña".
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Los mensajes llegaban después de que el fiscal superior de Cataluña comunicara al jefe de los Mossos d'Escuadra, el 'major' Josep Lluís Trapero, que un mando único del Ministerio del Interior español coordinaría todas las fuerzas policiales presentes en Cataluña.
Los claveles sobre los vehículos policiales de los 'mossos' ya se han convertido en una escena habitual, claveles de gratitud y de reconocimiento. Un agente catalán comenta: "como cuerpo policial no podemos hacer propaganda, pero por lo menos podemos tener claveles".