De acuerdo con los periodistas, actualmente las autoridades chinas están obligadas a mantener el equilibrio entre dos enormes desafíos.
Washington, por su parte, se está aprovechando de esta posición híbrida de China para incrementar su presencia militar cerca de las fronteras del gigante asiático.
Recientemente, los estadounidenses anunciaron un plan para introducir un embargo total a los suministros de combustible a Corea del Norte.
El investigador del Instituto del Lejano Oriente de la Academia de Ciencias de Rusia, Konstantín Asmólov, opina que este plan es similar al escenario que ya trazó el expresidente estadounidense Franklin Roosevelt con Japón en el siglo XX.
En caso de que las autoridades norcoreanas muerdan el anzuelo, la respuesta de Washington no tardaría en llegar. Así, el país norteamericano cruzaría la línea roja trazada por China, y Pekín automáticamente se vería involucrado en el conflicto, prosigue Asmólov.
Según el experto, actualmente Washington podría estar tratando de desarrollar precisamente este mismo escenario en la península de Corea. Si se toma en cuenta la retórica antichina de Donald Trump, esta suposición parece aún más verosímil.
Desde su elección como presidente, Trump nunca ha ocultado su deseo de acabar con la expansión comercial de China. De hecho, la crisis en la península de Corea comenzó un mes después de la investidura del presidente estadounidense.
Al mismo tiempo, en China se publicaron varios informes que hablaban de los intentos de varias organizaciones benéficas de EEUU por establecer lazos con los separatistas tibetanos.
Por si fuera poco, recuerdan los autores del artículo, varios conflictos se han producido en la región: soldados indios estuvieron a punto de desencadenar una guerra en la zona de Doklam, budistas y musulmanes protagonizaron una carnicería en Birmania y terroristas de Daesh —grupo proscrito en Rusia y muchos países— atacaron Filipinas.