Ni siquiera aquellas, también geniales, que muestran la desolación dejada por las aguas y los vientos, o a los que a pesar de la inundación encontraron ánimo para jugar dominó o bailar una conga con el agua a la cintura.
No. La foto que más rápido está recorriendo el cibermundo es la de un niño. Ante árboles caídos, un pequeño con cara seria y ojos tristes, se aferra a un busto fangoso de José Martí, el héroe nacional cubano.
"Fui enviado por el periódico Granma para Ciego de Ávila para cubrir el huracán, una de las provincias que los pronósticos daban como de las que serían más afectadas. Yo decidí pasarlo en una zona de la costa norte por donde se suponía que pasaría el ojo. Quise pasar la experiencia en un centro de evacuados", cuenta el fotorreportero.
A medida que Irma se acercaba, la situación se tornaba más difícil.
"Quedamos incomunicados y la gente, aunque muy solidaria, se empezaba a desesperar. Imagínate, sin luz eléctrica, ni agua, ni comida… De madrugada, durante el paso del huracán, nadie pudo dormir. Los vientos eran horribles, los techos volaban, el mar llenó el pueblo de algas y se llevó los ranchones, casas y negocios que estaban cerca de la orilla", recuerda Yander.
En medio de la tragedia lo vio. "El niño se llama Jorge Daniel y se encontró el busto en la orilla del mar, no sabe de dónde salió, pero cada vez que lo veía, estaba abrazado a José Martí".
Y ahí quedó la foto, para unos, símbolo de esperanza, valentía o resiliencia del cubano. Para otros, recordatorio de los valores que se deberían salvar por encima de huracanes y hasta de diferencias políticas. El frío y blanco busto, que en otro entorno, por manido, deja indiferente a la mayoría, en esas manos adquiere otro significado: el que cada cual le da a la imagen.
Irma se ha ido, pero quedan sus huellas, la mayoría terribles. Alguna, incluso tierna.