Uno de los episodios más destacados de la participación soviética en la Segunda Guerra Mundial fue la incursión de un solo tanque soviético, en julio de 1941, en la ciudad de Minsk, la capital de Bielorrusia. El T-28 cruzó la ciudad, eliminando a los vehículos y soldados nazis ocupantes que se encontró en su camino.
Era el doceavo día de guerra cuando, a principios de julio, el sargento mayor Dmitri Malkó se encontraba en la columna de tropas soviéticas que se batía en retirada rumbo al este.
Entonces, al vehículo de combate se acercaron el mayor Vásechkin, operador de tanques, y cuatro cadetes de la Escuela de Artillería: Nikolái Pedan, Alexandr Rachitzki, Fiodor Naúmov y un tal Serguéi, cuyo apellido se desconoce. Para el sargento Malkó, aquello supuso disponer de una nueva tripulación.
En aquel momento, las tropas soviéticas estaban retrocediendo, pero no todos se daban prisa por ir a la retaguardia. Es el caso de los protagonistas de esta historia, que decidieron cruzar Minsk en su camino al este, pese a que en aquel momento ya estaba bajo control de los nazis.
El grupo se dirigió a la capital de Bielorrusia a toda marcha tras recargar sus municiones en un almacén abandonado.
En total, los rusos inutilizaron alrededor de diez tanques y vehículos blindados del enemigo, 14 camiones y tres baterías de artillería. Los alemanes perdieron alrededor de 360 soldados y oficiales.
El T-28 estuvo a punto de salir indemne de su osada incursión, pero ya en los barrios de Minsk, cerca del cementerio de Kalvaríyskoye, fue alcanzado por una batería de artillería. Los soldados abandonaron el carro de combate en llamas y tres de ellos lograron escapar y continuar sirviendo en el Ejército Rojo.
Tal vez la gloria del mejor tanque de la Segunda Guerra Mundial, que era el T-34, eclipsó el mérito del combatiente de a pie, el tanque mediano T-28. Sin embargo, a principios de los años 40 del siglo XX, este último era un arma formidable, señala el experto militar Alexandr Jrolenko.
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De 1933 a 1940, la planta de Kírov produjo 503 unidades, y el T-28 era considerado el tanque mediano más fuerte del mundo. Este vehículo participó en la campaña polaca del Ejército Rojo y en la Guerra de Invierno con Finlandia —de 1939 a 1940—, donde mostró grandes cualidades de combate. El T-28 se utilizó por última vez en 1944.
El tanque T-28 parecía un 'monstruo' con tres torres de acero que pesaba 30 toneladas. Iba armado con un cañón de 76 mm y cuatro ametralladoras de 7,62 mm, con capacidad de tiro circular. El proyectil de un T-28 era capaz de atravesar blindajes de hasta 50 mm de espesor desde una distancia de 1.000 metros.
La estación de radio que tenía incorporada le proporcionó capacidad para mantener comunicaciones en un radio de hasta 60 kilómetros.
La tripulación consistía de seis personas: el comandante-tirador de la ametralladora —que simultáneamente cargaba las armas—, el operador de radio —que al mismo tiempo era el segundo cargador—, el artillero, dos tiradores de las torres de ametralladoras y, por último, el conductor-mecánico.