Apenas sin haber tocado tierra, el huracán Irma ya se ganó un lugar en los libros de récords. De categoría 5 en la escala Saffir-Simpson, es el más fuerte registrado en el Atlántico en la historia y está en el ranking de los 10 más poderosos del mundo. Con esa fuerza bestial, no queda otra que tratar de tomar precauciones para sobrevivir y minimizar los daños. Más de 37 millones de personas pueden ser afectadas por el peligroso meteoro, según estimaciones de la ONU.
Cuba es otra historia. Tal vez no sea tan fácil 'apertrecharse' de comida, las latas suelen tener precios prohibitivos para el salario medio, el agua embotellada es un lujo muchas veces inalcanzable, los generadores eléctricos familiares son de ciencia ficción y ahora mismo, encontrar fósforos es un auténtico milagro.
Por otro lado, aunque la isla es ruta obligada de la mayoría de los huracanes tropicales que surcan esas latitudes y su poder de destrucción se impone, son relativamente pocos los casos de fallecidos por estas causas entre los cubanos.
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Aunque la naturaleza se vuelve genocida con terribles huracanes que han dejado miles de muertos por el Caribe, Centroamérica y Estados Unidos, cuando pasan por Cuba apenas hay que lamentar casos aislados de víctimas mortales.
En primer lugar, son totalmente desalojadas las zonas de mayor peligro. Esto no sólo se limita a avisos de evacuación para aquellos que decidan escapar por su cuenta a casas de familiares o amigos. Para las personas que no tienen esas posibilidades, las autoridades ponen a su disposición transporte y albergues seguros, en los que se garantiza la alimentación y atención médica durante el tiempo que sea necesario. Los colegios y centros de trabajo paralizan sus actividades varias horas antes, y se recomienda a la población que se mantenga a resguardo en sus hogares. La información oportuna de las medidas de seguridad que es necesario tomar de forma individual ayuda también a minimizar los riesgos.
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Otra disposición que ha ayudado a disminuir el número de víctimas ha sido la de cortar preventivamente el suministro eléctrico ante el paso de algún fenómeno de este tipo. Así, los postes y cables eléctricos que puedan caer a consecuencia de los fuertes vientos no constituyen un peligro mortal para aquellos que por uno u otro motivo se aventuran a salir durante la tormenta.
No obstante, las pérdidas son grandes, tanto a nivel de la economía del país como en el bolsillo de cada cubano, que en ocasiones ve perder en cuestión de horas o incluso minutos lo que le ha costado muchísimos años de sacrificio. Aunque nadie queda a la intemperie, la mayoría tardan años para recobrar una mínima vivienda y otros artículos muy necesarios son, en muchos casos, irrecuperables. Con los precios y salarios actuales, así como el desabastecimiento crónico que padece el país y que se agudiza tras el paso de cada huracán, hacerse de muebles, ropa o electrodomésticos se convierte en quimera inalcanzable para miles de familias.
Aún muchos afectados (sobre todo en las provincias más orientales del país) por los más recientes fenómenos, como Sandy, en 2012 y Matthew en 2016, no han podido 'levantar cabeza'. Y justamente esas regiones se llevarán la peor parte con Irma.
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A pesar de todo, quizás la convicción de que la vida es el bien más preciado hará reponer las fuerzas para continuar adelante, después de la tragedia.