Esa es la conclusión de un estudio realizado por Pirjo Kristiina Virtanen, profesora de Estudios Indígenas de la Universidad de Helsinki, y Sanna Saunaluoma, investigadora de la Universidad de Sao, y publicado en American Anthropologist.
Su investigación revela que estos lugares, construidos entre el año 3000 a.C. y 1000 d.C, servían para que ciertos miembros de la comunidad se comunicasen con seres vivos de su entorno, como espíritus ancestrales, animales y cuerpos celestes a través de las formas geométricas, que muchas veces representaban patrones presentes en la naturaleza, como las motas negras de la piel de leopardo, indica el estudio.

A aquellos que llevaban a cabo el ritual se les veía como expertos especializados en comunicarse con los seres vivos no humanos, revelan las autoras del estudio.
"Los lugares eran importantes para los miembros de la comunidad en ciertas etapas de su vida y los patrones geométricos servían como 'puertas' o 'caminos' que les aportaban el conocimiento y la fuerza de los diferentes seres vivos del entorno".
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Hasta hoy, la mayoría de las figuras geométricas se han localizado en Brasil en el Estado de Acre y, en menor medida, en los Estados del Amazonas y Rondonia en las áreas interfluviales. Las científicas creen que son muchas las figuras que todavía no han sido descubiertas.