La iniciativa se llama 'Un corte, una historia', y aunque el trabajo principal lo realiza Cuenca, dos amigos, Cristina Medina y Jonathan Martín, la acompañan para dar testimonio de su labor.
"Parece una tontería, pero un corte de pelo puede llegar a cambiar la vida de una persona", explicó en declaraciones a La Vanguardia.
Uno de los casos que recuerda con más cariño es el de Azucena. "Cuando la vi, pensé que sería muy difícil arreglarle el pelo, pero me lo tomé como un reto y lo logré. Ella quería raparse el pelo, porque estaba lleno de nudos, pero me negué. Al final le hice un peinado cortito pero muy moderno y quedó encantada. Poco tiempo después, me enteré que había viajado hasta Cuenca para reencontrarse con su familia y empezar una nueva vida", afirmó.
Ana Cuenca explica que al principio fue difícil ganarse la confianza de los sintecho, ya que cuando les proponía cortarles el pelo gratuitamente, muchos creían que se trataba de una broma.
"Gracias a uno de nuestros cambios de 'look' una empresa contactó con uno de nuestros clientes, que en su día había sido informático".
Actualmente el proyecto está en pausa, ya que Cuenca se ha mudado a Santander —norte de España—, pero la peluquera y sus compañeros esperan poder exportar la iniciativa a otras ciudades españolas, según informa el medio.