1.— Un comando terrorista joven pero preparado
Más aquí: Conoce a los Inghimasi, los nuevos soldados de Daesh que aterrorizan a Europa
2.— Fuertes brotes de islamofobia en la opinión pública
Lea más: España investiga vinculación de los terroristas de Cataluña con países de su entrono
3.— Caos informativo en los medios de comunicación
4.— Los políticos no estuvieron a la altura de las circunstancias
Más aquí: Puigdemont asegura que el atentado "no cambiará la hoja de ruta soberanista"
Por ejemplo, el ministro del Interior, Juan Ignacio Zoido, dio por desarticulada la célula terrorista antes de tiempo y fue desautorizado por los policías catalanes. Otro disparate colosal lo cometió el consejero de Interior del Ejecutivo regional, Joaquim Forn, cuando dijo literalmente que entre los muertos "había dos personas catalanas y dos personas de nacionalidad española". Al utilizar esos términos pareció como si de dos nacionalidades distintas se tratara; como si desconociera que las víctimas catalanas, en tanto que nacionales de España, también son españolas; o lo que es peor, como si las pérdidas no fueran las mismas en uno y otro caso. Bueno, pues el tal Forn no rectificó sus palabras. Sin comentarios.
5.— Luces y sombras en el papel de la Policía
Lea también: El nuevo director de la policía catalana será un hombre afín al independentismo
No obstante, en honor a la verdad, la intervención de los agentes del orden catalanes rayó en la brillantez, pues el lunes 21 de agosto habían conseguido neutralizar al autor material de la masacre que se encontraba huido, después de que fuera localizado gracias a la colaboración ciudadana. Todo un éxito. Pero eso no oculta otras claves que plantean dudas sobre la eficacia policial, como los antecedentes del imán que organizó los ataques, la presunta alerta de la CIA sobre un atentado en Las Ramblas, la decisión de no colocar bolardos u obstáculos móviles en ciertas arterias céntricas de Barcelona o el hecho de que los terroristas acumulasen más de 100 bombonas de butano sin levantar sospechas.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK