Como toda buena historia, sus orígenes son turbios. Coincide, sin embargo, que el Moscow Mule nació en mediados de los años 1940 en Estados Unidos y fue fundamental para promover el consumo de vodka en ese país y en el resto del continente.
La teoría más difundida remonta al encuentro entre el propietario del restaurante hollywoodiano Cock'n'Bull, Jack Morgan, y el representante de la compañía que había empezado a comercializar Smirnoff en EEUU, John Martin.
El vodka no era conocida y aquí empiezan algunas de las imprecisiones. Hay quienes defiendan que la idea era crear una bebida que mezclara dos productos sin éxito de ventas: la cerveza de jengibre inventada por Morgan y la Smirnoff, cuyas existencias se acumulaban. Para ello, se les habría ocurrido servir el cóctel en un recipiente metálico de forma que no se pudiera identificar qué se trataba.
Otras versiones afirman que la receta habría surgido en otro establecimiento de Hollywood, el Mule Restaurant, para ayudar a dar salida a la vodka y de ahí su nombre, al que le agregaron la palabra Moscú en referencia a la utilización de la marca rusa del destilado.
Por otro lado, la aparición de la taza de cobre en la que tradicionalmente se sirve el Moscow Mule también podría remitirse a una misteriosa mujer rusa en busca de compradores precisamente para vasos de ese material.
Independientemente de la precisión de su origen, lo cierto es que el cóctel se volvió muy popular en la década de 1950 y popularizó el consumo de vodka en tierras americanas. Para prepararlo, no hay mucho secreto. Llena una taza de cobre con dos onzas de vodka, media onza de jugo de limón, hielo y completa con cerveza de jengibre, un refresco no alcohólico. Se puede decorar con una rodaja de limón, hojas de menta o incluso pepino.