El estatus vigente de las armas nucleares supone un mecanismo bastante sencillo para mantener la paz: en caso de un ataque contra un poseedor de tales armas, el ataque de respuesta será tan desastroso que la agresión perderá cualquier valor para el atacante.
Cambio en el enfoque
Para el militar, las estrategias de contención nuclear moderna requieren armas nucleares tácticas, que de realizar ataques aislados contra ciertas áreas, lo destruyen todo dentro de un pequeño distrito o una parte de la ciudad.
"Si lo único que se le puede ofrecer al presidente de EEUU es un arma ultrapotente con alto nivel de destrucción indiscriminada, pues, en esencia, no se le puede ofrecer nada", planteó Selva durante una intervención en una conferencia aeroespacial.
"Debemos tener la posibilidad de responder a cualquier acción hostil de una manera racional, flexible y multifacética (…) Se necesita voluntad para usar las armas, las propias armas y la posibilidad de hacerlo. Sin esto, no hay ninguna contención", profundizó.
Una segunda vida para las ojivas pequeñas
Actualmente, las bombas atómicas de caída libre tipo B61 representan una gran parte de los arsenales nucleares de EEUU, escribe Konstantín Bogdánov en su artículo para Lenta.
Pero la novedad quizás más significativa de la última modificación de la bomba, el B61-12, sea su capacidad de guiarse. La bomba está equipada con un sistema de control y con alas de cola, lo que permitirá a los militares estadounidenses controlar el vuelo del proyectil con alta precisión.
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Además, al deshacerse del sistema de paracaídas a favor del vuelo controlado, el proyectil se hace lo suficientemente compacto como para caber dentro del fuselaje del caza furtivo F-35 —así que no se podrá saber visualmente si el avión porta armas nucleares—. Al seleccionar el modo de 'baja potencia', se convertiría en un arma táctica.
"Se trata de una bomba nuclear destinada a los conflictos locales, incluidos aquellos contra las naciones carentes de arsenales atómicos o capacidades de lucha antisatélite [crucial para las municiones guiadas]", precisa el autor.
Bogdánov citó al exmilitar estadounidense, Norton Shwarz, quien calificó las bombas B61-12 como una advertencia de EEUU a otros países sobre la existencia de un arma nuclear de alta precisión y efecto limitado, además de la emisión de radiación reducida. Según Shwarz, este hecho debería fomentar la estabilidad y la 'potencia' de la disuasión nuclear.
Selva, por su parte, reiteró los mismos argumentos, pero en calidad de un alto cargo militar en la jerarquía de EEUU en servicio activo.
"En esencia, vamos observando la historia: el enfoque [en el uso de las armas nucleares] está cambiando. De un 'arma del juicio final' los militares pasan a una bomba atómica que se puede detonar localmente, sin el riesgo de una escalada bélica ni consecuencias sociopolíticas devastadoras", escribe el periodista.
Durante años, disminuir las exigencias para el uso de las armas nucleares fue un horror para los expertos. Pero ahora los militares buscan activamente hacerse con un arma nuclear que sí se pueda utilizar más 'libremente', concluye el autor.