Se trata de un proyecto con el que se pretende acabar con los túneles que los milicianos islamistas utilizaron con éxito durante la última contienda armada en 2014.
El coste del proyecto se estima que llegue a los 3.000 millones de shekels, lo que significa unos 833 millones de dólares.
Las obras están en marcha y prevén la construcción de un muro de cemento con sensores que se hundirá decenas de metros en el suelo, y subirá seis metros por encima del nivel del suelo.
Según el general Eyal Zamir, jefe de la comandancia sur de Israel, las obras pueden conducir a enfrentamientos entre el Ejército y los milicianos de Hamás si estos deciden atacar las obras en curso.
En el futuro, los sensores que tienen los muros subterráneos avisarán si hay excavaciones en las proximidades, de manera que Israel podrá detectar la construcción de cualquier túnel nuevo.
En los últimos meses Israel ha establecido fábricas de cemento alrededor de la Franja donde trabajan principalmente empleados extranjeros.
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Según el diario Haaretz, en estos momentos se está trabajando en seis puntos de la frontera y se espera que para el mes de octubre haya un millar de obreros trabajando en turnos de ocho horas las 24 horas del día, con excepción de los sábados.