Alejandro Benítez tiene 30 años y vive en Larroque, un pueblo de 7.000 habitantes en la provincia argentina de Entre Ríos. Es delantero en Central, el cuadro de fútbol de la localidad, que disputa el torneo Federal C. A pesar de su talento, no fueron sus habilidades futbolísticas lo que lo catapultaron a la mirada del mundo entero, sino un gesto desinteresado que pocas personas harían: donó parte de su hígado a Milo, su sobrino de nueve meses, lo que lo obligó a dejar las canchas y suspender temporalmente su trabajo.
Esta historia de amor inició cuando, a poco más de un mes de nacido, a Milo le diagnosticaron una obstrucción de las vías que comunican a la vesícula biliar con el hígado. Lo operaron para intentar resolver este problema, pero la intervención no dio resultado: a los dos meses, el hígado del niño no funcionaba más.
"La única salvación que tenía era un trasplante de hígado de un donante —una persona muerta— o de un donante vivo", relató a Sputnik Benítez, aún un poco dolorido por los drenajes de la cirugía.
La espera por la aparición de un órgano pisaba los talones a la capacidad de Milo por sobrevivir. La madre era una potencial donante, pero por su historia clínica no podía someterse a la operación. El tipo sanguíneo del padre lo inhabilitaba. Ahí es que apareció el tío dispuesto a dejarlo todo por la vida del pequeño.
España alcanzó en 2016 cifras récord en donación y trasplantes de órganos https://t.co/Dm4iiQaGrE pic.twitter.com/flocBdbEWp
— Sputnik Mundo (@SputnikMundo) 11 de enero de 2017
"No lo dudé ni un segundo, porque el nene ya estaba desnutrido, con un color verde feo y la panza muy inflamada. Habían dicho que antes de los nueve meses meses tenían que realizarle la cirugía. Pasaron seis meses y el bebé estaba en veremos y al ofrecerme yo facilitó un poco las cosas", comentó el 'héroe' argentino.
En ese momento, Benítez estaba en plena actividad con el Central Larroque y con su otro trabajo en un frigorífico. Ante "una cuestión de vida o muerte", el joven futbolista decidió que el deporte del balón quede "en un segundo plano". La decisión implicaba apartarse por dos meses del otro empleo, pero ante la situación "no hubo drama" en la empresa.
Un medio deportivo argentino supo del caso y realizó un reportaje, que dio visibilidad nacional a esta emocionante historia, que incluso en el pueblo pocos sabían. A partir de entonces empezaron a llover las llamadas desde todo el país, Brasil, Chile, Colombia, España y Uruguay. La intimidad de Milo y su tío se había vuelto tema de conversación en las redes, algo que tomó a la familia por sorpresa.
A criterio de Benítez, esta historia sirve "para que la gente tome conciencia de la donación de órganos", es decir, "dar un poquito de uno para salvar la vida de otro". El hecho de que tuviera que colgar los botines se volvió una manera de acercar la problemática a las personas, ya que "el fútbol vende mucho a nivel mundial".