Parte de la planta termoeléctrica del condado de Kemper, en Misisipi, debía ser diseñada para retener las emisiones de dióxido de carbono (CO2) propias de la combustión del carbón en las centrales de este tipo.
La puesta en práctica de la tecnología conocida como 'carbón limpio' siempre había sido vista con escepticismo y más como un concepto que como una idea realizable, a pesar de algunos prototipos existosos en varias partes del mundo.
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La idea, en pocas palabras, consiste en tratar el carbón creando un tipo de gas adaptado para la combustión tras ser minuciosamente filtrado. En teoría, el proceso tecnológico debía acercar las emisiones de este tipo de centrales a las de las más ecológicas centrales de gas natural.
Y es que el 'carbón limpio' debía ser la solución a las emisiones de dióxido de carbono (CO2) propias de la combustión de este combustible en las centrales termoeléctricas, principal causa del efecto invernadero y de la contaminación de la atmósfera, pero en realidad las emisiones casi no se diferencian de la combustión del carbón 'normal'.
Actualmente una tercera parte de la energía de Estados Unidos depende del uso del carbón. Según Bloomberg, reducir las emisiones de dióxido de carbono no pasa por mejorar su tratamiento.
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"La mejor manera de reducir las emisiones de dióxido de carbono es mucho más simple: utilizar menos carbón. Por suerte, esta tendencia ya se está dejando ver", opina.
En los últimos años el auge de otras fuentes de energía como el gas de esquisto y el abaratamiento de los costos de producción de los paneles solares y de los generadores eólicos ha hecho que el uso del carbón como fuente de energía se siga reduciendo.