A su juicio, en todo el Oriente Medio, incluido el Golfo Pérsico, se observa una tendencia peligrosa consistente en que las grandes potencias no regionales se convierten en rehenes de los intereses y las ambiciones egoístas de los actores regionales, cuyo protagonismo en los conflictos locales aumentó considerablemente los últimos años.
"La crisis en Catar es el primer fracaso real de la política que EEUU en el Golfo Pérsico, fue resultado de que los socios y los aliados regionales de EEUU lograron aprovechar la situación que creó (el presidente de EEUU, Donald) Trump con sus declaraciones anti-Irán hechas en Riad", subrayó.
El 5 de junio, Arabia Saudí, Bahréin, Egipto y Emiratos Árabes Unidos anunciaron la ruptura de las relaciones diplomáticas y la suspensión de las comunicaciones terrestres, marítimas y aéreas con Catar, tras acusar a Doha de apoyar el terrorismo.
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Al boicot diplomático de Catar se sumaron posteriormente Libia, Yemen, Maldivas, Mauritania y Comoras; Jordania y Yibuti redujeron el nivel de sus lazos diplomáticos con Doha; Senegal, Chad y Níger llamaron a consultas a sus embajadores en Catar; como resultado, al bloqueo de Doha no se unieron solo dos Estados miembros del Consejo de Cooperación para los Estados Árabes del Golfo (CCEAG), Kuwait y Omán.
La crisis se desató después de que la agencia de noticias catarí QNA publicara unas supuestas declaraciones del emir de Catar, Tamim bin Hamad al Thani, a favor de la normalización de las relaciones con Irán.
El Ministerio de Exteriores de Catar afirmó más tarde que el polémico discurso era falso, obra de piratas informáticos que habían atacado el sitio web de la agencia, pero Arabia Saudí, Bahréin y Emiratos Árabes Unidos dieron poco crédito a esta explicación.