La madrugada del 29 de mayo, los medios surcoreanos informaron que habían registrado el lanzamiento de un proyectil norcoreano. Más tarde, Washington confirmó que un misil balístico había volado unos 450 kilómetros antes de caer en las aguas del mar de Japón —conocido también como mar del Este—, a unos 300 kilómetros de la costa nipona.
El proyectil lanzado fue identificado como un Scud-B y posee características similares al misil balístico táctico de producción soviética R-17 Elbrus. El alcance del R-17 varía entre los 50 y los 550 kilómetros y es capaz de portar una ojiva nuclear de una potencia de entre 10 y 550 kilotones.
El sistema de guiado del misil utiliza tres giroscopios, de manera que su CEP —el radio del círculo dentro del cual la probabilidad de que impacte un misil es del 50%— se cifra en 450 metros. En otras palabras, no se trata de un arma potente, sin embargo es capaz de causar estragos significativos a las tropas terrestres concentradas del enemigo, señalan los analistas.
Instinto de autoconservación
En la actualidad, Corea del Norte intenta hacer frente a la amenaza directa proveniente de Estados Unidos. Pyongyang está tratando de crear cuanto antes un escudo nuclear defensivo de capas múltiples, prosiguen los especialistas.
Las amenazas constantes de Washington pueden desembocar en una solución armada al problema norcoreano, considera el experto militar ruso Alexandr Jodarionok.
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"El tiempo juega ahora a favor de Kim Jong-un. Cuantos más misiles balísticos de diferentes tipos tenga [el líder norcoreano], tanto más difícil será para Washington conseguir algo con sus tropas. Corea del Norte está tratando de protegerse a sí misma con la mayor premura posible. Desde el punto de vista estratégico, esta es la única manera de explicar el comportamiento actual del líder norcoreano", declaró.