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La pesadilla se hizo realidad un viernes. Y tuvo una dimensión nunca vista hasta entonces. Se vieron afectados el Servicio Nacional de Salud del Reino Unido, la compañía Telefónica de España, la empresa de entregas FedEx de EEUU, la fábrica de coches francesa Renault, el Ministerio del Interior de Rusia, el Tribunal Supremo de Brasil… y así un largo etcétera. Por cierto, Rusia fue uno de los países más afectados por los ataques, según la empresa de seguridad informática Kaspersky Lab.
La NSA ha demostrado una manifiesta mala fe al no haber comunicado antes a Microsoft que había detectado un serio problema de seguridad que afectaba a cientos de miles de personas. Prefirió utilizar esa información en su propio provecho, lo que es inmoral pero también lógico, tratándose de la organización de espionaje que es. Sin embargo, y esto sí es sorprendente, la agencia ha mostrado una incompetencia increíble porque fue incapaz de proteger el arma que utilizaba y así a principios de este año le robaron el virus, hecho que se hizo público en WikiLeaks. Sólo entonces fue cuando la NSA advirtió a Microsoft quien corrió a elaborar la solución. Si la Agencia Nacional de Seguridad hubiese alertado del fallo de seguridad de forma privada cuando lo detectaron, y no cuando lo perdieron en la filtración, todo esto podría no haber ocurrido.
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En este sentido, el alto ejecutivo de Microsoft recordó que el pasado mes de febrero la compañía lanzó la idea de consensuar y firmar la llamada Convención Digital de Ginebra, en la que debería ser un requisito gubernamental "informar de las vulnerabilidades a los proveedores, en lugar de almacenarlas, venderlas o aprovecharlas". La propuesta suena bastante bien, pero no parece que vaya a prosperar.
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Este ciberataque ha sido un amago, una llamada de atención muy seria ante la falta de seguridad del sistema. Sólo así se entiende que se lanzara precisamente un viernes, el último día de la semana laboral. ¿Acaso no habría sido más rentable para los piratas informáticos soltar el virus troyano digamos que un lunes, con la certeza de que habría habido muchos más usuarios conectados a internet y el efecto devastador se habría multiplicado varias veces? ¿No habrían conseguido entonces más dinero en bitcoins? ¿Y no es casualidad que un joven británico de 22 años que disfruta surfeando y comiendo pizza encontrara el botón de apagado que desactiva el ransomware? ¿No estaba puesta allí esa herramienta para que alguien como él la encontrara? Quizás. Lo terrible de toda esta historia de miedo tecnológico es que este tipo de virus mutan como sus parientes biológicos y se hacen cada vez más virulentos y sofisticados. Por eso la próxima vez puede que sea peor.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK