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Fue un periodo de reforma y apertura: China era débil, pobre y tenía mucho terreno por recuperar. Por lo tanto, según la autora, tenía sentido "mantener un perfil bajo en la escena internacional".
"Xi Jinping parece haber dejado de ocultar y esperar", destaca Stallard.
En cambio, Xi Jinping parece haber decidido que ha llegado el momento en el que China "se mantenga firme y se muestre a sí misma, aunque insistiendo en que su poder no representa ninguna amenaza y puede ser una fuerza para el bien en el mundo".
De esta manera, según la autora, el líder del gigante asiático debe convencer a sus vecinos regionales —incluso los involucrados en las disputas territoriales— de "que no tienen nada que temer y todo que ganar del ascenso de China".
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A juicio de Stallard, cuando Xi Jinping habla de la política exterior, le gusta mencionar "un nuevo tipo de relaciones internacionales" con "respeto mutuo" y "cooperación mutuamente beneficiosa".
"En otras palabras, China ya no quiere desempeñar el segundo papel en un orden internacional dirigido por EEUU y quiere un nuevo orden en el cual se la trate como un igual, y se compromete a tratar a los demás de la misma manera", apunta la autora.
En este escenario, prosigue Stallard, "el almirante Xi está navegando con su tesoro para compartirlo a lo largo de la Ruta de la Seda en forma de nuevas inversiones en infraestructura".
Sin embargo, según la autora, ningún líder del G7, con la excepción de Italia, asistió a la Cumbre de Pekín.
La periodista recuerda que en 2014 Xi Jinping comparó a China con un "león dormido, que sacudirá al mundo cuando se despierte".
"Hoy el león se ha despertado, pero es pacífico, agradable y civilizado", dijo al público el presidente, citado por la autora.